
Por Jazmín Sanchez
En la actualidad existe una valida preocupación sobre el impacto de las tecnologías en la salud de la democracia. Vivimos en un mundo donde nuestras prácticas políticas son constantemente mediadas por las mismas. Esto hace que sea necesario que elaboremos propuestas adecuadas para su uso.
En los últimos años, la democracia liberal está pasando por una crisis alrededor del planeta. En este contexto, las tecnologías se están usando de formas que desafían los marcos de la democracia liberal. El “iliberalismo digital” como concepto define el uso de las tecnologías en prácticas que atentan contra la dignidad y los derechos humanos de las personas, tanto en países autoritarios como democráticos. En estos últimos, esto hace que la democracia se desgaste lentamente, sin necesariamente terminar de desmantelarla. Lo anterior no es lo mismo que el “autoritarismo digital”, que apunta a eliminar la democracia por completo, mediante un control explícito por parte de gobiernos autoritarios. La manera más común en que las prácticas de iliberalismo digital se manifiestan es a través de la vigilancia tecnológica sin controles, la recolección de nuestros datos y la manipulación mediante algoritmos, aunque no excluye otras formas.
Ejemplos actuales de prácticas digitales iliberales
En ocasiones, las maneras en la que la tecnología debilita la democracia y aquellas en las que la elimina por completo pueden confundirse o estar interconectadas. Un ejemplo fue cuando conocimos lo que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en inglés) de los Estados Unidos hacía con la información de la gente, gracias a la filtración de Snowden. También nos encontramos ante prácticas iliberales digitales cuando personas con poder utilizan la tecnología para deslegitimar a grupos en un conflicto social. Esto fue lo que ocurrió en Hungría, cuando la prensa cercana al gobierno de Orbán hizo que quienes participaron de las protestas juveniles fueran retratados de manera negativa.
Tampoco podemos ignorar que vivimos en un mundo donde ningún gobierno tiene el mismo poder que antes. Han aparecido nuevos actores que ejercen un poder deslocalizado como lo son las grandes empresas de tecnología. El acercamiento de estos actores con sectores de la ultraderecha global también puede tener impacto en la calidad de las democracias. Tal es el caso de Elon Musk, a quién algunos ven cómo como alguien que ha sabido encontrar puntos comunes entre las ideas de Silicon Valley y el iliberalismo.
Casi todas las amenazas a la ciudadanía en el ámbito digital pueden englobarse en las categorías de vigilancia indebida, ocultamiento y desinformación, además de otras formas de violaciones a la libertad de expresión. Las acciones contra la libertad de expresión son al mismo tiempo iliberales y autoritarias. A nivel personal, esto atentan contra la dignidad y los derechos de la persona; mientas que, colectivamente, el control sobre la expresión ciudadana deriva en autoritarismo.
¿Por qué es importante distinguir el iliberalismo digital y el autoritarismo digital?
Ante este pantallazo general, vale preguntarnos ¿por qué es útil distinguir entre las prácticas iliberales y autoritarias cuando se trata de la tecnología? En este artículo proponemos una diferenciación entre ambas. La razón principal es que vemos un aumento constante de prácticas que utilizan las tecnologías para desarrollar prácticas que pertenecen a zonas grises entre la democracia y el autoritarismo. Muchas veces, las prácticas en relación a la tecnología no atacan directamente a las instituciones democráticas, pero las erosionan y disminuyen su eficacia. Aunque las prácticas sostenidas del iliberalismo digital puede finalmente llevar a un autoritarismo, es importante distinguirlas de las prácticas autoritarias. A menudo, al discutir si una práctica es o no autoritaria, perdemos de vista las acciones que están en una zona ambigua o las entendemos como menos preocupantes. Por eso, necesitamos herramientas adecuadas para situaciones que, si bien no responden a un autoritarismo clásico, representan cada vez con mayor frecuencia un peligro para las democracias en el contexto actual.
Otra ventaja de adoptar este enfoque dual de cómo la tecnología debilita la democracia a través del ataque selectivo al derecho y la dignidad individual (iliberalismo digital) y cómo la elimina buscando concentrar todo el poder en el Estado (autoritarismo digital) es que nos permite concentrarnos en prácticas individuales, mirando cada caso en particular. Esto también permite centrarnos en los actores que realizan estas prácticas, en lugar de quienes sufren las consecuencias cuando sus derechos y dignidad son violados. Además, nos posibilita ver que no solo los gobiernos ejercen prácticas iliberales, pues las mismas pueden ser realizadas en conjunto por actores tanto públicos como privados.
El caso de Paraguay: la Ley 5777/16
En Paraguay, podemos ver un ejemplo con la Ley 5777/16 de Protección Integral a las Mujeres. Se ha visto que esta ley se ha usado de manera equivocada, afectando la libertad de expresión de algunas personas en Internet. Esto ha afectado a periodistas y personas que compartían noticias sobre denuncias. Al mismo tiempo, este mal uso ha sido utilizado como argumento para su derogación, lo que dejaría a las mujeres sin una protección legal importante contra la violencia. Así es como la democracia puede ir perdiendo fuerza lentamente en Paraguay.
Sobre una posible tergiversación de la Ley 5777/16, no parece responder a una política de gobierno. Tampoco parece que esto sucede por órdenes directas de los líderes políticos del país. Tampoco el gobierno ha limitado las formas en que la gente en Paraguay puede expresarse en Internet. Es decir, no podríamos afirmar que se trata de un plan preconcebido para limitar la libertad de expresión u otros derechos individuales. Lo que sí podemos decir es que hay actores (en este caso, jueces de los Juzgados de Paz) que han aplicado la Ley 5777/16 de manera arbitraria, al menos, seis ocasiones contra personas específicas. Esto demuestra que hay una práctica o “un patrón de acciones que se insertan en contextos organizados específicos”. Por eso, podemos decir que la posible tergiversación sistemática de la ley 5777/16 es un ejemplo de práctica digital iliberal en el país. Esto implica que la defensa de la libre expresión y su relación con la tecnología en Paraguay debe contar con una perspectiva que incluya tanto las prácticas iliberales como las autoritarias.
Conclusiones
Cuando entendemos bien la diferencia entre cómo el uso de la tecnología contribuye a debilitar la democracia y cómo busca eliminarla, podemos ver más fácilmente los riesgos políticos que existen en el ámbito digital. No porque una práctica no sea autoritaria en un sentido clásico debe ser desatendida. El actual contexto global nos presenta nuevos escenarios donde el iliberalismo se asoma como fuerza disruptiva, a lo que contribuyen nuevas prácticas con la tecnología que atacan la democracia. El iliberalismo digital entonces nos ofrece un marco para pensar las zonas grises desde donde, con el uso de tecnologías, permean las prácticas antidemocráticas.